Muy lejos de los cánones establecidos en esta Semana Santa pasada Los Mochuelos han volado buscando nuevos estímulos culturales ajenos a la iglesia. Por supuesto respetamos muy mucho a todo aquel que ha decidido seguir los pasos procesionales y los eventos eclesiásticos comunes en estas fechas, los cuales nos parecen tan loables como cualquier otra alternativa vacacional.
Dicho esto, y dejando atrás estas tesituras, Los Mochuelos cargados de bocadillos y refrescos salieron el Jueves Santo a ver una casa perdida tanto en el monte como en la memoria colectiva. Fue lugar de acuartelamiento del bando republicano en la última fase de la Guerra Civil Española en Extremadura y por la que pasó el poeta Miguel Hernández para arengar a las tropas republicanas. En ella pudimos ver algunas de las pintadas que los combatientes republicanos dejaron escrito o dibujado como testimonio en las paredes de esta casa. Estos testimonios de aquella terrible época están practicamente desaparecidos pues la casa está en completa ruina y hundidos los tejados lo que llevará a la desaparición total de este enclave. Todavía podemos admirar algunas pintadas y algún dibujo alusivo a la manera de pensar de aquellos tétricos años. También pudimos ver un buen número de orquídeas que abundan por la zona.
El Viernes Santo Los Mochuelos organizaron una ruta hacia el castillo de Madroñiz a pesar de no poder admirar su interior. Un señor que quería aparentar lo que no aparentaba nos recriminó el intento de acceso al castillo. Por y para evitar discusiones inútiles lo vimos desde los alrededores quedando en volver al lugar cuando ese señor que quería aparentar lo que no aparentaba no esté por la zona. Viendo que no podíamos acceder a dicho castillo, y ya que estábamos cerca de unos terrenos donde la mágia del tiempo ha detenido la vida de unos animales que desaparecieron hace millones de años, pero que nos ha reservado el placer de poder contemplarlos tal cual fueron, nos dedicamos durante unas horas a admirar los ejemplares fosilizados que han quedado impresos en las piedras del terreno. Observadas estas maravillas geológicas nos dirigimos a la finca de uno de nuestros mochuelos para recrearnos en este caso gastronómicamente con unas carnes de guarro ibérico, chorizos a la brasa y otras suculentas viandas, al mismo tiempo contemplábamos un extraordinario paisaje serrano del Sureste de nuestra región . Terminado el festín nos encaminamos hacia la Sierra de las Vacas para contemplar unas maravillosas obras que nuestros antepasados nos dejaron como tesoro artístico, nos referimos en esta ocasión a las pinturas rupestres. Allí pudimos ver una pequeña muestra de este arte milenario dibujadas en las cuarcitas de la sierra. Soles, barras, animales, digitaciones y antropomorfos entre otras figuras esquemáticas de más de 5.000 años de antigüedad. Después de largo rato de contemplación, abandonamos el lugar mientras un búho real tarareaba su melodía con las últimas luces de la tarde.
El día siguiente, sábado, fue reservado para preparar y deleitarnos con una cena a base de adaptaciones de platos típicos Andaluces, Vascos y Extremeños para un discreto grupo de mochuelos y arqueólogos, donde surgió la posibilidad de visitar el extraordinario teatro romano de Medellín (yacimiento arqueológico en proceso de excavación) de la mano de uno de nuestros mejores arqueólogos extremeños y su equipo de trabajo, para así comprender un poco mejor el modo de vida de los moradores romanos que ocuparon la zona, oportunidad que no desmereceremos.
El domingo se quedó para hacer una ruta corta aunque no menos interesante. Feria, Burguillos del Cerro, Jerez de los Caballeros, Higuera de Vargas, Valle de Santa Ana, Salvatierra de los Barros, La Parra y Almendralejo, visitando lo mejor de cada lugar y viajando por carreteras secundarias ajenas al denso tráfico de regreso de Semana Santa.
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