3ª Concentración Cuervos Rojos

El pasado día 12 un reducido grupo de mochuelos decidimos cambiar de olivo y pusimos rumbo norte. Iniciamos un largo viaje de unos 670 km aproximadamente. Nos íbamos a la concentración de Los Cuervos Rojos en la leonesa población de Toral de los Vados.

Arrancamos sobre las 13:30 h. y pasamos a recoger a Polvorilla en Zafra. Calentaba mucho ese día el sol así que nos untamos una gruesa capa de crema protectora para el sol en los brazos y cara y comenzamos la aventura.
Rodamos a buen paso y no paramos hasta Valdesalor donde repostamos combustible para las motos y un buen bocata para los moteros. Apretaba el sol con fuerza y a la entrada de Cáceres nos encontramos con el atropello de un peatón en la carretera. El accidente estaba atendido por varias personas por lo que decidimos continuar viaje, avisábamos a los conductores con los que nos cruzábamos para que redujeran la velocidad y condujeran con prudencia, no podíamos hacer otra cosa por ayudar o evitar males mayores. El accidente se encontraba en una curva con cambio de rasante.
Poco a poco íbamos comiendo kilómetros, a rato por la autovía a rato por la nacional, así no hacíamos tan tedioso y monótono el viaje.
El puerto de Béjar como siempre en obras, circulación lenta y firme en mal estado, por lo que se impuso poner máxima atención y precaución en la conducción. Vuelta a repostar, las simpáticas dependientas del surtidor de Bejar nos dieron un rato de conversación y bromas, lo cual se agradeció.
Cruzamos Salamanca y pudimos ver al paso parte de su patrimonio, una lástima no llevar más tiempo para disfrutar de esta hermosa ciudad.
En Zamora nos ocurrió prácticamente lo mismo, no pudimos hacer un alto para admirar esta pequeña ciudad de extensión pero enorme en belleza e historia. Nos prometimos volver para visitarlas y admirarlas en detalle.
Los kilómetros caen unos tras otros, la conducción es buena y entretenida, pasamos multitud de pequeños pueblos con nuestras ruidosas monturas y en cierto modo sembramos la curiosidad, la gente nos mira y nos saluda al paso.
Enfilamos los últimos 150 km de nuestro viaje, ya empezamos a ver en los carteles Ponferrada y eso nos reconforta, ya tenemos ganas de llegar y saludar a viejos conocidos y hacer nuevos.
Sobre las once de la noche paramos las máquinas en el lugar de acampada, la piscina natural del río Burbia.
Dispuesto a todo salimos a vivir la noche. Rápidamente los Cuervos Rojos nos dan la bienvenida, y en un plis-plas estamos rodeados de viejos conocidos compartiendo conversación y cervezas.
Nos dan las cinco de la mañana y nos cuesta dejar el bullicio, pero ya hace mella el cansancio y la cantidad de cervezas ingeridas. Como siempre los mochuelos cerrando bares. Mañana habrá más, así que despacio y sin hacer mucho ruido (a excepción de las carcajadas que íbamos dando) nos dirigimos a nuestras tiendas de campaña.
Nos levantamos temprano dispuesto a guerrear. Los bares que vimos cerrar aun permanecen cerrados y nos recomienda un vecino de la localidad acercarnos a la estación de servicio que es lo único que está abierto a las 8 de la mañana. Nadia nos sirve un excelente café, un encanto de mujer que nos hace la mañana más llevadera y agradable. Al lado todavía hay quien pide otra ronda de cubatas y nos invita a beber con ellos. Declinamos la invitación y pedimos el segundo café, son las nueve de la mañana. Aparece Polvorilla y cae el tercer café. Nadia nos regala su sonrisa y un rato de conversación en los ratos que no atiende al público.
Aparecen Alamito y Chema. Decidimos tras el desayuno, acercarnos a Ponferrada. Visitamos el castillo templario y esperamos a que aparezcan nuestros buenos amigos los gallegos, Almudena y Marcos. Nada más llegar se hacen notar con su peculiar buen humor.
Volvemos a la concentra y tras comer tratamos de echar una siestecilla al frescor del río.
Un baño y montamos nuevamente en nuestras máquinas para dar una vuelta por los pueblos del Bierzo. Increíble paisaje el que vamos viendo, arquitectura centenaria nos sale al paso y no podemos dejar de contemplar tanta belleza. Un nuevo castillo nos sorprende, el castillo de Cornatel con sus impresionantes vistas. Nos paramos a contemplar el paisaje desde su lado norte donde se abre a nuestros pies un barranco de más de 180 m. Terminamos en Villavieja desde donde nos volvemos para continuar en el ambiente de la concentración. Llegamos para cenar y nos deleitan con un plato típico y fuerte el “botillo” que nos dará fuerzas para continuar toda la noche con la fiesta.
Tomamos varias copas con los “cantabros” que quedan para visitarnos y rutear por nuestra tierra.
Nos vuelve a dar las cinco de la mañana que nos coje con una buena cantidad de cervezas, demasiadas aunque en mucho mejor estado que la noche anterior, tal vez gracias al botillo.
La mañana siguiente ya no es lo mismo, ahora pesa la idea del regreso, nos aletarga un poco pues lo hemos pasado en grande estos dos días y nos cuesta regresar. Para calmar un poco ese pensamiento terminamos otra vez en la estación de servicio. Primer café de la mañana y en tan buena compañía como el día anterior. Begoña nos recibe con su amable trato y una extraordinaria sonrisa que nos hace ver la mañana con otro color. En la otra punta de la barra… ¡los mismos que la mañana anterior! No se han acostado y siguen de cubatas. Cargados como cubas no dudan en destrozar un casco haciendo exhibición de fuerza, tozudez y estupidez.
Otros tres cafés en esa mañana y buena conversación con Begoña. Llegan Alamito y Chema. Hora de partida. Nos cuesta arrancar. Tediosa despedida pero inevitable. Las motos cargadas, depósitos llenos. Chupas ajustadas y un “Begoña, sirve otro café, volvemos para la IV concentración de Cuervos Rojos”.
Enfilamos la carretera, cuatro motos en perfecta formación. Los kilómetros caen uno tras otro.
En Salamanca nos vence el cansancio y tras una frugal comida nos tumbamos en el césped para tratar de dar una cabezada, una necesaria cabezada.
Llega el final del camino y uno a uno se van descolgando para regresar a sus respectivos pueblos. Un café en Zafra. El último coletazo de una aventura felizmente concluida. Una Promesa: El año que viene más…

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